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Uno de los malestares que observo en clientes es la tendencia a la rumiación delante de la toma de decisiones. Y no hablo de grandes decisiones como tener un hijo, cambiar de ciudad o abandonar un trabajo. Me refiero a ese pensamiento continuado acerca de qué prepararé para comer, a qué hora me he de levantar para coger un vuelo o si debo o no ir al cine por la tarde. Este tipo de decisiones que tomamos constantemente y que suponen un desgaste importante si uno no tiene buenas estrategias para afrontarlo.
En la toma de decisiones destacaría dos procesos: tomar la decisión, y la revisión de las decisiones tomadas. Este segundo ejercicio mental, lejos de llevarnos a un lugar seguro y perfecto, nos genera más estrés, cansancio y malestar.
El cerebro en reposo consume el 80% de la energía que tenemos. Si le avasallamos de mensajes y rumiaciones de este tipo la necesidad de aporte energético aumenta. Así que, sé higiénico mentalmente y deja en paz a tu cerebro!
Como ya hay mucha literatura sobre cómo tomar decisiones, me voy a centrar en la segunda fase: Dejar de revisar las decisiones tomadas.
En realidad, no hay más truco que darse cuenta de que tienes tendencia. Ello, y autoimponerte un poco. Para ello puedes probar diferentes ejercicios:
Puedes acompañar este ejercicio con un poco de Mindfulness y de deporte o actividades que requieran concentración, ya que esto te permitirá poner foco en el aquí y ahora.
Además, deberás decidir a qué quieres dedicar tu energía mental sobrante, porque cuando dejes de rumiar aparecerá un espacio mental para cosas nuevas… ¿te atreves?
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