¿NOS ESTAMOS ADAPTANDO AL CONFINAMIENTO? LA OTRA CURVA DEL CORONAVIRUS

Muchos de nosotros estamos ya cansados de la situación y, entre la fatiga y la preocupación, sentimos que nos fallan las fuerzas para seguir poniéndole energía a este confinamiento. Porque, mientras estamos pendientes de cómo avanza el número de contagios, muertos y recuperaciones, hay otra curva que también fluctúa: nuestra emoción hacia la situación de confinamiento.

El proceso de adaptación al confinamiento no es lineal, ni estable, ni nos hace estar necesariamente cada vez mejor. Pero, ¿cuáles son las etapas emocionales por las que atravesamos estos días?

Ante una catástrofe colectiva, estudios realizados por Gleser y Gleser (1981), entre otros, destacan diferentes fases “de emocionalidad social”:

  • Fase del estado previo: momento en que socialmente nos preparamos para la posible catástrofe. Es habitual, y lo hemos visto en esta ocasión, que las autoridades (y también la gente de la calle) minimice los posibles efectos de la amenaza (ya pasó con la peste y con el SIDA, que se negó la existencia o el riesgo de transmisión). Curiosamente se ha demostrado que el hecho de encontrarse ante situaciones que podrían ser peligrosas no genera en a población más protección durante esta fase. De hecho, las semanas antes del confinamiento, nos acercábamos los unos a los otros (y algunos incluso se burlaban), a pesar de conocer la situación mundial.
  • Fase de alerta: se inicia cuando se empiezan a tomar medidas de protección, en nuestro caso cuando se prepara el estado de alarma, entre el 13-16 de marzo. En esta fase se necesita mucha información para que la gente pueda reaccionar bien, puesto que hay un estado de ansiedad generalizada. Hay una tendencia a la no reacción por parte de la población, puesto que predominan creencias como que “esto no pasará aquí”, “alguien encontrará una solución”, etc. Además, cuando no hay experiencias anteriores similares, la dificultad para creer, entender y actuar por parte de la población es mayor (aquí contemplamos como algunos interpretaban el confinamiento como unas vacaciones y la salida de ciudadanos de Madrid se disparó).
  • Fase de shock: que si bien suele ser corta también es intensa y genera una sensación de irrealidad, parálisis y desconcentración.
  • Fase de reacción: la gente busca soluciones y reaccionar ante el tema sin pensar o reflexionar en posibles causas ni consecuencias. Hay una cierta psicosis generalizada y actuamos por impulsos. No más hay que recordar el ansia con la que la gente fue a los supermercados para llenar la despensa de productos no perecederos, como el papel de váter.
  • Fase de adaptación: momento que ocurre pasadas unas semanas en que la gente empieza a habituarse al nuevo escenario. Algunos indicadores de esta fase podrían ser que la ansiedad y la intensidad emocional se reducen, se inician temas de conversación ajenos a la catástrofe, se crean hábitos y creencias relacionadas con este nuevo mundo (que no siempre son funcionales en un futuro), y de repente sentimos una cierta normalidad en esta situación tan extrema. Esta habituación es la que explica, por ejemplo, que la gente se siga procreando durante una guerra.
  • Fase puesto catástrofe: habrá que estar atentos e investigar de manera urgente qué son las secuelas emocionales en la población (miedo, estrés, culpa) y menguar su efecto paralizador, desmotivador o de carencia de salud mental.

 

Parece claro que actualmente estamos en la fase de adaptación. Pero dentro de esta fase, el proceso tampoco es estable y, por eso, es posible que la energía y positividad del principio del confinamiento haya variado. Según mi experiencia, y la de las personas a quienes acompaño emocional y psicológicamente estos días, diría que hemos atravesado también diferentes momentos:

  • Los primeros días de confinamiento: ante la extrañeza de la situación, nos tuvimos que resituar individual y socialmente para crear dinámicas nuevas, establecer hábitos, diseñar el teletrabajo y la vida. Pusimos foco en estrategias de organización y adaptación, y esta novedad nos regaló una dosis de extra de energía y atención.
  • Las dos o tres semanas siguientes: iniciamos una aceptación hacia la situación e incluso motivación colectiva. Aparecieron los “confinados perfectos” que lo veían como una oportunidad, las primeras imágenes de actividades creativas, juegos infantiles, memes, carteles a los e, DJ’s improvisados, etc. Estos días experimentamos un sentimiento de solidaridad, esperanza y ganas de solucionar el conflicto.
  • La última semana: el cansancio, la inestabilidad económica, la soledad (o la carencia de esta) y la incertidumbre general han iniciado un declive de la motivación en algunos hogares. Algunos de aquellos voluntariosos y positivos emiten ahora un discurso más desgastado y desilusionando, y una necesidad cada vez más latente de poner fin a esta situación. Esta fase coincide (y se alimenta) con las primeras informaciones sobre el desconfinamiento. La carencia de claridad, y la contradicción entre diferentes fuentes, sobre cómo y cuando se producirá este proceso, han generado ansia y desmotivación entre la población. La incertidumbre se puede gestionar unos días, o semanas, pero cuando se alarga puede provocar diferentes estados emocionales.

 

Estos días me he sorprendido gratamente de la resiliencia que he observado a mi alrededor. Nos hemos dado cuenta de la capacidad de adaptación y flexibilidad colectiva que somos capaces de desarrollar en tiempos de crisis, y a pesar de los altibajos emocionales que todos sufrimos, hemos descubierto recursos poderosos para estar bien.

Pero, ¿cuál es el límite de nuestra capacidad de adaptación?

La buena noticia es que, según algunos estudios psicológicos, la capacidad es grande y que es proporcional a la medida de la catástrofe (cuanto más difícil es la situación más recursos personales somos capaces de generar), pero también hay que saber que el ciclo de aceptación y adaptación es irregular. Por eso, tomar conciencia que las emociones que sentimos hoy forman parte del proceso y que cambiarán en los próximos días, tal vez nos pueda ayudar a vivirlo todo con más tranquilidad.

 

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