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Si como yo, vives en Mallorca o cerca de la costa, quizá has tenido la oportunidad de observar delfines desde arriba de una barca. Para mi, es una sensación de sentirme acogida, a la vez que libre, en sintonía con el entorno, con fuerza y capacidad personal. Por eso, procuro recordar la experiencia y tenerla presente en las sesiones de coaching. Y es que los delfines son una bella representación del ejercicio del coach:
En el coaching, como en el dolphing, el acompañamiento se realiza con curiosidad, respeto y confianza hacia la persona, para que ésta navegue con libertad, empoderamiento y conciencia, y pueda llegar a su destino.
Pero acompañar no es una cosa que hacemos sólo los profesionales. Es una actividad que tú, y todos nosotros, realizamos a diario con los amigos, los compañeros o los hijos. Lo que pasa es que, aquello que para los delfines es tan natural, es complicado de conseguir para los humanos. A menudo nos relacionamos cargados de prejuicios y miedos, damos consejos a quien no los pide y esperamos que el otro actúe como lo haríamos nosotros (o como nos gustaría hacerlo).
Te propongo, pues, que por un minuto recuerdes las conversaciones que has mantenido esta semana y revises cómo acompañas tú a los tuyos. Aunque lo hagas con buena intención, recuerda que hay cosas que nunca haría un delfín: juzgar, aconsejar, dirigir.
Por lo contrario, te recomiendo que utilices dos herramientas básicas del coaching: las preguntas y el silencio. Pregunta con curiosidad, con la mente y el corazón abiertos, y deja que broten sus respuestas. Si dejas que el otro navegue libre a tu lado, seguro que llega a buen puerto.
Sé delfín, practica el dolphing.
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